Vivimos en una época en la que la inestabilidad se ha vuelto la norma. Guerras, crisis energéticas, pandemias, ciberataques, fenómenos climáticos extremos: hoy el verdadero desafío para las empresas no es solo ser competitivas, sino ser resilientes. Y precisamente en este contexto, a menudo subestimado, el mundo de las normas ISO revela una nueva función: ya no son simplemente sinónimo de “calidad”, sino un verdadero escudo estratégico frente a la inestabilidad de los mercados. “Las normas ISO, nacidas para garantizar conformidad y fiabilidad en los procesos, están evolucionando hacia un modelo proactivo, capaz de ayudar a las empresas a anticipar y gestionar eficazmente las crisis. La calidad ya no es un sello estático que exhibir (ya no se percibe solo como sinónimo de eficiencia y conformidad), sino una red dinámica de protección, prevención y respuesta”, afirma Manolo Valori, Director Técnico de CVI Italia, la sede italiana del grupo eslovaco CVI SRO, en esta extensa entrevista.

por Roberta Imbimbo

Sr. Valori, vivimos tiempos inciertos. ¿Cómo pueden las empresas prepararse para lo impredecible?

Hoy la única certeza es la incertidumbre. En consecuencia, ya no basta con ser competitivos. Es necesario ser resilientes. La empresa que sabe adaptarse, que puede reaccionar rápidamente ante impactos externos, es la única que puede sobrevivir a largo plazo. Guerras, pandemias, crisis energéticas, ciberataques… La verdadera diferencia la marcan quienes están preparados, quienes disponen de un sistema eficaz de gestión de procesos. Y en esto, las normas ISO son fundamentales porque ofrecen un lenguaje común, una estructura, una disciplina. No son reglas abstractas, sino herramientas operativas para construir organizaciones sólidas, listas para reaccionar y capaces de prevenir.

¿Realmente pueden las normas ISO ayudar a enfrentar las crisis?

Absolutamente sí. Las certificaciones ISO ya no son simples etiquetas de calidad: se han convertido en herramientas estratégicas. Tomemos como ejemplo la ISO 22301 sobre continuidad del negocio: permite que las organizaciones sigan operando incluso durante emergencias imprevistas. No se trata de teoría, sino de un marco metodológico que guía a las organizaciones a identificar riesgos, preparar planes de emergencia, asignar funciones específicas y simular escenarios críticos. En esencia, permite que la empresa continúe operando incluso cuando todo a su alrededor se detiene. Esto fue lo que permitió a InfoCamere afrontar la pandemia sin interrumpir sus servicios. En pocos días, la sociedad consorcial de las Cámaras de Comercio italianas implementó el teletrabajo para más de 800 empleados, manteniendo plena operatividad. Esto es el resultado de un sistema probado, no improvisado. Por eso, las normas ISO, si se adoptan de forma auténtica y no solo formal, realmente marcan la diferencia en momentos de crisis: transforman la reacción en acción y la incertidumbre en procedimiento.

¿Entonces las normas ISO se convierten en un sistema defensivo?

Más que defensivo, diría proactivo. Las normas ISO no solo sirven para limitar daños cuando algo sale mal, sino que ayudan a prevenir riesgos, identificarlos con anticipación y gestionarlos con rapidez y método. Es un cambio de paradigma: la calidad ya no es solo control, sino también previsión y adaptación. Tomemos la ISO 27001, la norma dedicada a la seguridad de la información. En un mundo en el que las amenazas informáticas son cosa de todos los días —ransomware, robos de datos, bloqueos de sistemas—, ya no podemos permitirnos un enfoque reactivo. Se necesita una estrategia, una estructura que proteja de manera sistemática y continua. Eso es precisamente lo que exige la ISO 27001: identificar vulnerabilidades, establecer contramedidas, formar al personal y actualizar constantemente los protocolos. En muchas organizaciones, esta norma ha permitido evitar daños significativos porque los procedimientos ya estaban listos antes de que surgiera la emergencia. En este sentido, las ISO son mucho más que un sistema defensivo: son una cultura organizativa que prepara a la empresa para actuar con conciencia incluso en los contextos más inestables.

¿Cuál es el cambio cultural que necesitan hoy las empresas italianas?

Hay que dejar de ver las certificaciones como un mero trámite. Las ISO no son papel: son estructura. Representan una cultura del riesgo. La ISO 31000, sobre gestión y evaluación de riesgos, lo deja claro: se necesita un enfoque sistemático. Esto significa identificar vulnerabilidades, evaluar riesgos y planificar respuestas eficaces. A muchas pymes italianas todavía les falta esta mentalidad. Y, sin embargo, son justamente estas pequeñas empresas las que podrían beneficiarse más, porque están más expuestas a las crisis y, a menudo, son las menos protegidas. Implementar un sistema ISO es tener una brújula. No hay que pensar en normas rígidas o costosas: muchas son escalables y adaptables incluso a contextos ágiles. Son un patrimonio de buenas prácticas, probadas internacionalmente, que ayudan a las empresas a construir sistemas capaces de resistir los golpes de la realidad.

Mirando hacia el futuro, ¿cómo evolucionarán las normas ISO?

Estarán cada vez más integradas con las nuevas tecnologías. Big data, inteligencia artificial, simulaciones predictivas: todo esto podrá ayudar a las empresas a gestionar escenarios complejos. Pero el punto de partida seguirá siendo el mismo: tener un sistema. Solo quien se prepara puede resistir, y solo quien resiste puede crecer. La calidad no es un lujo: es una necesidad. Y la resiliencia no se improvisa: se construye. Las normas ISO son hoy el lenguaje compartido con el que construir empresas más fuertes, más preparadas y más seguras. En un mundo que cambia, no podemos quedarnos quietos. Pero sí podemos —y debemos— estar preparados.

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