En el corazón vibrante de Arco Felice se encuentra un rincón de elegancia y sabor: el White Chill Out Principote.
Fruto de la pasión y visión de Daniele y Dylan Scamardella, este pequeño paraíso encarna un ideal de restauración donde el buen gusto es protagonista — tanto en el plato como en la experiencia — gracias a un servicio impecable en sala y a una atmósfera que combina sofisticación y calidez. Para conocer más de cerca la historia y la identidad de esta joya de la gastronomía flegrea, hablamos con Daniele Scamardella, uno de los fundadores del local.
Por Roberta Imbimbo

Daniele, ¿cómo nació White Chill Out Principote?
Nuestro restaurante nació en 2013 a partir de una larga tradición familiar: mis hermanos y yo representamos la tercera generación en el mundo de la hostelería. Todo empezó con nuestro abuelo, que fue un gran chef, y luego con nuestro padre, un food manager muy reconocido a nivel nacional que, aunque nos dejó demasiado pronto, nos transmitió una herencia valiosa, un bagaje de experiencias y conocimientos que atesoramos profundamente.
Impulsados por la pasión por la restauración y el amor por nuestra tierra, mi hermano Dylan y yo creamos el White Chill Out Principote en Arco Felice. El éxito alcanzado nos hizo soñar en grande: hoy, una nueva sede en el paseo marítimo de Pozzuoli continúa esta visión, liderada con orgullo por nuestro hermano Nicola.
¿Cuál es la identidad de vuestro local? ¿Qué lo hace único en el panorama gastronómico del territorio?
El White Chill Out Principote es único por muchas razones. En primer lugar, por la calidad de nuestros platos: ofrecemos cocina típica local, pero reinterpretada en clave contemporánea, respetando la tradición y dándole un valor renovado. Pero nuestro punto fuerte no es solo la comida: es toda la experiencia. El servicio en sala está cuidado hasta el último detalle, muy chic, pero con esa calidez que hace que el cliente se sienta en casa.
El nombre “Principote” nace de una idea de unión y familia. No es una estrategia de marketing: es una filosofía de vida que ponemos en práctica cada día, en la forma en que acogemos y mimamos a nuestros comensales.
Quien entra en Principote no encuentra solo un restaurante, sino un lugar donde cada detalle — desde los platos hasta la decoración, del servicio a la música de fondo — habla de atención, pasión y raíces profundas. Es en ese equilibrio entre tradición y modernidad, entre profesionalismo y cercanía, donde el White Chill Out Principote se ha ganado un lugar especial en el corazón de sus clientes. Un sitio imprescindible para quien busca no solo el sabor auténtico de la cocina flegrea, sino también un ambiente acogedor, lleno de elegancia y sueños realizados con amor.
¿Cuál es el plato símbolo de vuestro menú?
Hay dos platos que, en mi opinión, representan nuestra identidad. El primero se ha vuelto casi icónico: los gnocchetti con crema de gambas rojas de Mazara y gambas blancas de pesca. Es un plato que, con los años, se ha ganado el cariño de todos, y que los clientes han rebautizado como “Su Majestad”, por la elegancia y el sabor que transmite. Fue uno de los primeros platos que realmente representó el estilo del White Chill Out Principote, y sigue siendo uno de los más solicitados.
En los últimos dos años, sin embargo, otro plato ha conquistado el corazón (y el paladar) de nuestros clientes: se trata de una versión reinventada de la clásica “pescatora”, que nosotros hemos llamado “Mescafrancesca del Direttore”. Es un homenaje del chef a nuestro padre, una figura fundamental para nuestra historia. El plato ha sido reinterpretado creativamente: en lugar del clásico arroz, utilizamos un formato de pasta mixta hecha en casa, ligeramente más pequeña de lo habitual, que captura perfectamente todos los sabores del mar. Para completar el plato, una delicada pizca de algas marinas aporta un toque innovador y profundo.
Sin embargo, todos nuestros platos expresan quiénes somos: tradición, memoria, territorio… y al mismo tiempo, el deseo de mirar hacia el futuro con curiosidad y pasión.

¿Qué relación tienen con el territorio y cómo se refleja en vuestra filosofía de cocina?
Hermosa pregunta, de verdad. Es algo que me gusta destacar: aunque nuestros clientes vienen de toda la región — e incluso de fuera — para probar nuestra cocina, nosotros queremos quedarnos aquí, en Arco Felice y en Pozzuoli, donde todo empezó. Esta zona tiene una historia profunda, hecha de mar, hospitalidad e identidad cultural.
Nuestro objetivo es precisamente revalorizar esa historia, dar nueva vida a un territorio que tiene tanto que contar. En nuestro menú, en la forma en que recibimos a nuestros comensales, hay un vínculo directo con esta tierra. Usamos productos locales, elegimos con cuidado a nuestros proveedores, seleccionamos vinos campanos que hablan el mismo lenguaje que nuestros platos.
Pero no nos quedamos en la tradición pura: nuestra filosofía es reinterpretarla, hacerla actual, elegante, viva. No por casualidad, uno de nuestros platos símbolo — la “pescatora 2.0” — es precisamente un puente entre pasado y presente, entre memoria e innovación.
Pozzuoli es nuestro hogar. Y eso es lo que Principote quiere ser para quien nos visita: un lugar donde el territorio se respira en cada detalle, donde el sabor auténtico de la cocina flegrea se encuentra con un servicio de alto nivel, sin perder nunca el calor de una acogida familiar.

Para terminar, ¿cuál es el detalle más importante que define al White Chill Out Principote?
El detalle más importante está profundamente vinculado con nuestra identidad: Principote no es solo un restaurante, sino un punto de encuentro para Pozzuoli y para toda el área de los Campos Flégreos. Para nosotros es fundamental que quien entre aquí se sienta parte de algo, que viva no solo una experiencia culinaria de alto nivel, sino también un sentido de pertenencia, de comunidad.
Nuestra tierra — la de los Campos Flégreos — tiene una historia milenaria, una cultura gastronómica riquísima y una energía única. Nuestro deber, como restauradores y como flegreos, es valorarla, impulsarla, hacerla vibrar en cada detalle: desde los platos que servimos hasta la sonrisa con la que recibimos a cada cliente.
Por eso cada elección — del menú a la decoración, del nombre Principote a la manera en que contamos nuestros platos — tiene un significado preciso: mantener unido lo que está enraizado en el pasado con lo que mira hacia el futuro. Porque solo así, un restaurante puede convertirse verdaderamente en un lugar del alma.
















































