En un entorno económico cada vez más complejo e interconectado, el papel del abogado corporativo está experimentando una transformación radical. Ya no es simplemente el profesional que interviene una vez iniciado el litigio, sino una figura estratégica, capaz de prevenir riesgos legales, optimizar los procesos empresariales y acompañar al empresario en sus decisiones operativas cotidianas. Es el llamado asesoramiento “ex ante”, un enfoque que anticipa los problemas en lugar de limitar los daños una vez que estos se presentan. Pero eso no es todo. La llegada de nuevas tecnologías —desde la cadena de bloques (blockchain) hasta la inteligencia artificial y las finanzas descentralizadas— también está generando desafíos inéditos para el derecho. El abogado moderno está llamado a reinterpretar su función, desarrollando nuevas competencias para ofrecer respuestas innovadoras y prácticas. De ello hablamos con el abogado Giovanni Palermo, asesor legal y fundador de Quinta Dimensione Studio, un despacho multidisciplinario que acompaña a las empresas con un enfoque integrado, ágil y orientado al futuro.
Por Roberta Imbimbo

Abogado Palermo, en Italia solo el 6,3 % de las empresas cuentan con recursos legales internos. ¿Qué nos indica este dato?
Es una cifra muy significativa, que nos permite entender cuánto hoy la empresa italiana, especialmente la pequeña y mediana, no está estructurada con un sistema legal interno estable. Esto implica, necesariamente, la necesidad de recurrir a competencias cualificadas externas para gestionar los temas jurídicos cada vez más complejos vinculados a la actividad empresarial. En la práctica, la carencia de recursos internos alimenta de forma natural el mercado de los profesionales externos, lo que hace que la relación de confianza entre empresario y abogado no solo sea importante, sino decisiva. Ya no se trata únicamente de brindar asistencia técnica, sino de construir una relación de largo plazo, basada en la comprensión de las dinámicas empresariales y en la capacidad de ofrecer respuestas rápidas, concretas y personalizadas.

¿Cómo ha cambiado el papel del abogado de empresa en los últimos años?
Creo que el rol del abogado corporativo ha cambiado profundamente con el tiempo. Hoy ya no puede limitarse a la gestión de litigios, sino que debe acompañar a la empresa de forma constante, convirtiéndose en un verdadero consultor estratégico. La figura del abogado ex ante —presente, involucrado e integrado en los procesos de la empresa— es ya indispensable para afrontar con eficacia los desafíos diarios del negocio. El jurista empresarial moderno debe ser transversal: apoyar la gestión ordinaria, contribuir a atraer inversiones, seguir proyectos complejos e identificar instrumentos concretos de crecimiento, como la financiación pública, certificaciones y acreditaciones estratégicas. Por tanto, el asesoramiento legal ya no puede limitarse al aspecto estrictamente jurídico, sino que debe extenderse a la organización interna, a la eficiencia económico-financiera, a la mejora del flujo de caja y al posicionamiento competitivo de la empresa. En un contexto en constante evolución, el abogado se convierte en un socio estable, capaz de construir soluciones eficaces y generar ventajas tangibles. Por este motivo, he insistido mucho con mis clientes en la construcción de un enfoque basado en la asesoría preventiva, destacando cuán estratégico es intervenir antes de que surjan los problemas. Este cambio de perspectiva ha traído beneficios concretos: reducción de costes, ya que una asesoría dirigida tiene un impacto económico mucho menor que un litigio de varios años, y también mayor solidez para la empresa, gracias a la prevención del conflicto y la protección del patrimonio empresarial.

¿Las nuevas tecnologías están transformando también el derecho? ¿Cómo debe adaptarse el abogado?
Absolutamente sí. Las nuevas tecnologías están revolucionando no solo los mercados, sino también el marco normativo y las responsabilidades asociadas. Pensemos, por ejemplo, en la blockchain, las criptomonedas, las finanzas descentralizadas (DeFi) o el uso de la inteligencia artificial en los procesos de negocio. Se trata de ámbitos en plena evolución, a menudo todavía no completamente regulados, pero que generan problemáticas jurídicas reales y complejas. La figura del abogado debe evolucionar también en este sentido: se necesitan nuevas herramientas, una mentalidad abierta y la capacidad de interpretar la innovación tecnológica desde una perspectiva legal. Aprender a manejar nuevas herramientas que puedan ponerse al servicio de las empresas se vuelve fundamental para su competitividad nacional e internacional. Hoy en día, el riesgo legal está frecuentemente relacionado con herramientas digitales, y quien no las conoce corre el riesgo de quedar fuera del mercado o, peor aún, de no poder proteger adecuadamente a su cliente. En definitiva, el derecho ya no puede ir detrás de la innovación: debe aprender a caminar a su lado.

Usted fundó “Quinta Dimensione Studio”, una asociación entre profesionales. ¿Por qué esta elección?
Porque los desafíos de las empresas hoy son complejos y requieren soluciones multidisciplinares. Ningún profesional, por sí solo, puede responder a todas las necesidades de una empresa moderna. De esta convicción nace “Quinta Dimensione Studio”: un equipo integrado compuesto por abogados, ingenieros, arquitectos, brokers y contadores. Queríamos crear un único punto de referencia para el empresario, capaz de ofrecer respuestas rápidas, completas y coordinadas. La presencia de diferentes perfiles profesionales dentro del mismo estudio permite afrontar los problemas empresariales desde todos los ángulos: jurídico, fiscal, técnico, organizativo. La interdisciplinariedad es, hoy por hoy, la clave para ofrecer un servicio verdaderamente útil, que no se limite a gestionar lo ordinario, sino que sepa anticipar los problemas e identificar oportunidades concretas para el crecimiento y la estabilidad empresarial. En “Quinta Dimensione Studio” ponemos al empresario en el centro, ofreciéndole un servicio coordinado y a medida, capaz de acompañarlo en todas las fases de su recorrido: desde la operativa diaria hasta la estrategia de desarrollo a medio y largo plazo.

¿Qué consejo daría hoy a un joven abogado que quiera trabajar con empresas?
Que sea curioso, abierto a la innovación y dispuesto a formarse de manera continua. El mundo empresarial es dinámico y complejo, y el marco normativo está en constante evolución —entre la hiperproliferación legislativa y los cambios jurisprudenciales—, lo cual exige al joven abogado un enfoque transversal. Ya no basta con una preparación estrictamente jurídica: se necesita una visión de 360 grados que abarque aspectos económicos, organizativos y estratégicos. Solo así se puede comprender verdaderamente la realidad de la empresa y ofrecer soluciones eficaces.

Un abogado moderno debe convertirse en un socio estratégico del empresario, capaz de interpretar el derecho con flexibilidad y de captar los matices que surgen en los contextos globalizados en los que operan hoy las empresas. Estudiar contratos o gestionar litigios sigue siendo fundamental, pero hoy ya no es suficiente. Hay que saber prevenir los problemas, leer las señales del mercado, orientarse entre los incentivos públicos, las nuevas tecnologías, la financiación especializada, el compliance… y saber traducir todo ello en oportunidades.

Esto requiere una formación meta-jurídica, es decir, la capacidad de integrar el derecho con conocimientos económicos, organizativos y tecnológicos, además de flexibilidad mental, espíritu colaborativo y ganas de superarse día a día. El abogado de empresa, hoy, no es solo un técnico del derecho, sino un aliado estratégico para el crecimiento y la protección de la empresa.

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